El modelo clásico de lo masculino, que impulsa a los hombres a ser fuertes sin importar las circunstancias, “los está enfermando física y mentalmente”, según un nuevo informe de la Asociación Americana de Psicología, APA.
Los hombres apegados a la idea de que se debe ser “rudo” y “resistente” tienen peor salud física y menores expectativas de vida, mayores índices de abuso de drogas y alcohol y más depresión, advierte uno de los autores del documento.
En muchos casos, las mujeres suelen ser vistas como las principales víctimas del ideal tradicional masculino. Mal que mal, ese modelo las limita: los pone a ellos en los espacios públicos y a las mujeres, en lo privado; a ellos en el lado de la fuerza y a ellas en el de la debilidad; a ellos como proveedores y a ellas en la casa.
Pero cada vez hay más evidencia de que esta idea de masculinidad, que ha sido impuesta culturalmente por siglos y obliga a los hombres a mostrarse siempre fuertes y resueltos, sin importar las circunstancias, también les hace daño a ellos. Mucho más del que se pensaría.
“Aunque los hombres se benefician del patriarcado, también son impactados negativamente por él”, dice Ronald F. Levant, profesor emérito de Psicología en The University of Akron y exdirector de la APA (American Psychological Association), en un artículo publicado en la página web de la asociación.
Levant es, además, uno de los editores de un documento, publicado por la APA en marzo, que alerta sobre la necesidad de que los profesionales que trabajan en salud mental tomen consciencia de cómo ciertas ideas culturalmente aceptadas en torno a lo masculino -que, caricaturiza, pueden “resumirse en la imagen de un cowboy, a lo John Wayne”- tienen un efecto nocivo en la sociedad, pero, sobre todo y quizás más inesperadamente, en los propios hombres.
La idea de hacer esta guía de trabajo para psicólogos y psiquiatras llevaba varios años rondando en la directiva de la APA. Pero no fue fácil darle forma. De hecho, tardó nada menos que 13 años en estar lista. Consigna 40 años de investigaciones en torno al tema y comienza por constatar, cifras en mano, la relación entre hombres y violencia: en Estados Unidos, el 90 por ciento de los homicidios son cometidos por hombres; el 77 por ciento de las víctimas de asesinato son hombres. Y si bien el índice de intentos de suicidio es mayor en las mujeres, ellos tienen 3,5 veces más posibilidades de morir al cometerlo, porque utilizan métodos más letales, con menor rango de error.
-Aunque la mayoría de los hombres no son violentos, más de cuatro décadas de investigación han demostrado que la mirada tradicional de la masculinidad se relaciona con la violencia sexual y el uso de armas -explica Levant desde su oficina en Ohio.
Según el profesional, el germen de esta violencia se anida en un ideario de masculinidad que exacerba el uso de la fuerza y además minimiza la expresión de sentimientos y las muestras de vulnerabilidad. De este modo, los atrapa en roles que pueden resultar asfixiantes.
-Se espera que los hombres sean “masculinos”, lo que por lo general significa que deben ser autosuficientes, estoicos, fuertes, confiables, valientes, líderes y muy trabajadores, además de evitar conductas estereotipadas como femeninas, tales como la expresión de las emociones, la empatía y el cuidado. Esta idea tradicional de masculinidad es psicológicamente dañina.
En general, la socialización de los niños en torno a las normas masculinas tradicionales implica la restricción de la expresión de emociones e incluso de las experiencias emocionales. Se prohíben específicamente las que expresan vulnerabilidad, como el miedo o la tristeza, y también se apunta contra las que tienen relación con la bondad y el cuidado, como la ternura y el afecto -acota Levant.
Según explica el psicólogo, la acumulación de emociones que se niegan, pero que es inevitable sentir, genera una suerte de olla a presión que suele explotar de la peor manera. Usualmente, encuentra dos vías de salida, ninguna de ellas adecuada desde el punto de vista de la salud mental: la violencia y agresividad, cuando se vuelcan hacia los demás, y la depresión, cuando se reprimen. Por eso, explica, hay una clara relación entre este modelo de “ser hombre” y la incidencia de problemas de salud mental, como el estrés, la ansiedad, la dificultad para controlar los impulsos, la depresión y hasta las ideas suicidas.
-La adherencia a las normas “masculinas” está haciendo que demasiados hombres caigan en el abuso de sustancias o tengan dificultades para superar traumas -ejemplifica el psicólogo.
-Como la masculinidad tradicional es muy rígida y deja a los hombres limitados en su derecho a expresar el malestar que sienten, la frustración se taponea por el consumo de alcohol o síntomas depresivos -acota Ángeles Fosatti, docente del magíster en Teoría y Clínica Psicoanalítica, Facultad de Psicología de la Universidad Diego Portales-. Los hombres recién están comenzando a hablar de a poco sobre la presión que sienten en su rol de proveedores; en la necesidad de rendir. La sienten incluso si comparten la carga económica de la casa con su mujer, porque aunque esto los aliviana un poco en lo concreto, al final el rol masculino es un tema cultural.
Si este escenario afecta a los hombres en general, consigna el documento, con mayor razón lo hace entre la comunidad gay. “Las minorías sexuales también deben lidiar con las visiones sociales de masculinidad”, apunta. “Este es un territorio en constante cambio. Aunque hoy hay más flexibilidad en torno a las normas de género que hace 30 años, los niños y hombres que se identifican como homosexuales, bisexuales o transgénero enfrentan altos niveles de hostilidad y presión para ajustarse a las normas masculinas”.
Los riesgos de la autosuficiencia
El documento de la APA precisa que muchas características asociadas con la masculinidad tradicional no son en sí mismas negativas. Muy por el contrario, rescata el hecho de que cualidades como la fortaleza o la valentía pueden incluso ser prosociales, es decir, ser un aporte a la sociedad y, por lo tanto, debiesen ser potenciadas. Pero recalca que se requiere de la flexibilidad necesaria para entender los contextos e intensidades en los que estas características resultan adecuadas y positivas.
“La idea central tras las investigaciones recopiladas es que la masculinidad tradicional, marcada por el estoicismo, la competitividad, la dominación y la agresión es, en términos generales, dañina. Los hombres socializados de esta manera son menos proclives a involucrarse en conductas saludables”, dice el documento. Y alude así a otra de las grandes preocupaciones de la APA: la salud física de los hombres. Según consigna su nuevo manual sobre masculinidad, la educación en la autosuficiencia atenta contra el autocuidado. Esto significa que los hombres socializados con el patrón clásico necesitan mostrarse siempre firmes, fuertes, resistentes, y por eso van menos al médico, o lo hacen cuando ya su estado es más grave y puede ser más difícil intervenir con resultados exitosos. Esto es válido tanto para la salud física como para la salud mental.
Según un estudio de la Rutgers University, publicado por la asociación, los hombres más identificados con el modelo tradicional tienen la mitad de las probabilidades de ir a visitar a un médico que los hombres que no se ajustan tanto a esos parámetros. Otra investigación citada por la APA, de Boston College, muestra que los hombres “clásicos” tienden más a considerar como “normales” conductas de riesgo, como el consumo excesivo de alcohol. Además, reconocen involucrarse más que los otros en este tipo de comportamientos, lo que aumenta su riesgo de, por ejemplo, morir en un accidente automovilístico. Incluso, hay estudios que consignan el hecho de que, para muchos, algo tan básico para la salud, como comer una buena cantidad de verduras, aún no es valorado por los hombres que se identifican con el canon tradicional.
Esta realidad no es ajena a Chile. Según el psicólogo Francisco Aguayo, magíster en estudios de género, en nuestro país los hombres suelen ser reacios a consultar cuando tienen problemas de salud mental. Si lo hacen, tienden a presentarse como estresados, dice, porque eso es más legitimado culturalmente, aunque su problema sea la depresión o el consumo de alcohol o drogas.
Aguayo es también director del capítulo chileno de la encuesta IMAGES (The Men & Gender Equality Survey), publicada en 2011, que se realizó a gran escala en Santiago, Valparaíso y Concepción. Esta encuesta arrojó un alto grado de aceptación en torno a las actitudes de género vinculadas con el ideario tradicional: cuatro de cada 10 afirmó creer que “para ser un hombre de verdad, hay que ser rudo”. Además, evidenció una sorprendente justificación de la violencia de género: uno de cada 10 hombres se mostró de acuerdo con la frase: “hay ocasiones en las que la mujer merece ser golpeada”.
A modo de salida, el documento de la APA propone estimular la conversación abierta sobre la vulnerabilidad masculina como una realidad que debe ser aceptada.
A medida que más hombres sean transparentes sobre lo que de verdad sienten, sugiere, se normalizará la idea de que el autocuidado es deseable y la violencia, innecesaria.
“Los hombres tienen la sensación de que, si las cosas no están OK, eso debe mantenerse en secreto”, apunta en el documento el Fredric Rabihowitz, de la University of Redlands, en California.
“Parte de lo que sucede es que los hombres que se guardan las cosas miran hacia fuera y ven que nadie más comparte nada de lo que ellos están sintiendo. Esto los hace sentir aislados. Piensan que están solos. Piensan que ellos son los débiles. No se dan cuenta de que los otros hombres están escondiendo pensamientos privados sobre emociones privadas que emanan de conflictos privados”.
La meta de la APA es ayudar a que cada vez más hombres puedan vivir una masculinidad libre de las ataduras e ideas rígidas impuestas por el modelo tradicional del “hombre rudo”.
Mientras tanto, las nuevas generaciones parecen estar anidando cambios a favor de la equidad de género, que dan cierto optimismo a los expertos en salud mental.
La APA destaca en esta línea diversos estudios en los que se observa que hoy los adolescentes hombres tienen menos miedo de expresar emociones o sentirse vulnerables. También hay estudios en los que se muestra a escolares rebelándose contra las normas masculinas impuestas.
Fuente:
http://www.economiaynegocios.cl/noticias/noticias.asp?id=560182